Los tiempos para triunfar en una disciplina como la pintura (1755-1842,
eran muy difíciles para una mujer. Pero su gran talento, haber estado desde su
nacimiento entre pinceles, por la profesión de su padre, sus consejos y su gran
tesón, le hicieron llegar a lo más alto. Fue una especialista en retratos,
aunque también los paisajes tienen un espacio en su obra, sobre todo por los
diversos lugares donde tuvo que vivir.
Llegó a convertirse en la pintora de María Antonieta, y eso
le abrió las puertas al huir de Francia a causa de la Revolución, de las
familias más selectas de la nobleza y realeza europea.
Se casó y tuvo una hija, pero su gran pasión, fueron la
pintura y el trabajo. Ambas heredadas de su padre.